martes, 29 de mayo de 2007

Laumonier: "Nikkei se construye a través de la vida"

En esta oportunidad, le presentamos la ponencia de la antropóloga Isabel Laumonier, a quien le agradecemos la gentileza de permitir su publicación, que fue presentada en la 1º Jornada Cultural Nikkei:

La propuesta disparadora de estas palabras fue la siguiente: ¿Nikkei se nace o se hace? Desde la antropología la balanza se inclina, casi automáticamente, hacia una respuesta cuyo peso recae hacia lo cultural en desmedro de lo biológico. Sin embargo, la multiplicidad de factores que inciden en la construcción identitaria de los nikkei amerita una aproximación cuidadosa y multifactorial evitando esquemas quizá aplicables a otros grupos étnicos.

Este dilema referente a la identidad de los japoneses nacidos fuera del Japón, fue el primero con el que me topé como investigadora interesada en la colectividad.

Estoy hablando del año '82, en las entrevistas con un grupo de estudiantes de ANULP en su sede de La Plata. Las dudas en cuanto a la adscripción a una nacionalidad , ya sea desde el jus solis o el jus sanguis aparecía en cada uno de los discursos de los participantes. El tema volvía a surgir en forma permanente en los debates de las instituciones o en las diversas ponencias presentadas desde la Argentina para las Convenciones Panamericanas Nikkei.

El abordaje al problema de la percepción del individuo con respecto a su grupo de pertenencia fue largamente estudiado, especialmente a partir de fines de los 60 y durante la década de los ´70. Frederirk Barth afirmaba entonces que la adscripción que distingue a los grupos étnicos es el carácter exclusivo, diacrítico y sobrepuesto a la mayoría de los demás status… “en este respecto –señalaba- la identidad étnica es similar al sexo y al rango, en cuanto constriñe al sujeto en todas sus actividades”.

En este abordaje multicausal de la problemática nikkei, la suma de factores provenientes de las transformación en el marco del país receptor –la Argentina- en los años ‘70, y una década más tarde los cambios en el país de origen de sus ancestros –Japón-, parecen tener un peso substancial. Tampoco puede descartarse el recambio generacional que estaba produciéndose en ese entonces, dentro de la propia colectividad.

TENSIONES DENTRO DE LA COLECTIVIDAD

En primer lugar: ¿Existía dentro de la comunidad nipona una percepción unívoca? Quizá convendría detenerse sobre un incidente que en su momento provocó fricciones entre las diferentes asociaciones japonesas: la celebración del Centenario. Mientras la Asociación Japonesa de Córdoba se alineaba tras las figura de Makino Kinzo como primer representante nipón en el país, cuya presencia se remontaba a 1886, otras agrupaciones vieron en él un migrante solitario, probablemente ilegal y fijaron para años posteriores el evento del centenario. Esa decisión reflejaba, muy probablemente, otra problemática.

Tras la figura de Yoshio Shinya, llegado a la Argentina en la fragata Sarmiento en calidad de grumete, se alineaba otra parte de la colectividad, liderada por la hija de este inmigrante, la Prof. Violeta Shinya, una de las primeras universitarias nisei, licenciada en la carrera de Letras. En los diferentes debates sobre la problemática referente a la presencia nipona en el país reafirmó su opinión, respecto a la figura de su padre como primer representante “legal” de la comunidad japonesa.

Por otra parte, para los okinawenses, la verdadera celebración se ubica tomando como base la llegada en 1908 del “Kasato Maru” al Brasil con un contingente importante de miembros de esa Prefectura, mucho de los cuales ingresarían un año más tarde a la Argentina.

La formación de las distintas asociaciones marca igualmente las diferentes líneas tras las cuales se encolumnará la colectividad. Los kenjin-kay y los sonjin-kai se fueron creando automáticamente a partir de la llegada de los primeros grupos, generalmente provenientes de un mismo pueblo o prefectura. En 1916 nace la Asociación Japonesa Argentina (AJA). En esos tiempos iniciales de la presencia nipona, no funcionaban aún las agrupaciones por oficios. La colectividad, en Capital Federal, encontraba una salida laboral en las fábricas y frigoríficos ubicados principalmente en los barrios de La Boca y Barracas. Otros comenzaban sus actividades en los bares y cafés porteños, o en distintas capitales de provincia. Poco a poco, en el Gran Buenos Aires, los floricultores comenzaron a multiplicarse. En 1924 se funda el “Círculo Japonés de Horticultores” formado por los trabajadores nucleados en el cinturón verde de los alrededores de la Capital. Recién en 1935 se funda la Cámara Argentina de Tintorerías y Ayuda Mutua. A partir de 1951 los okinawenses tienen su propio círculo: COA. A partir de estos datos puede inferirse entonces que la colectividad, en menos de cincuenta años de presencia en el país, no solo se había asentado, sino que encontraba representatividad en distintas asociaciones, tanto sociales como laborales.

El surgimiento de los nisei como grupo numeroso de futuros profesionales, puede apreciarse con la fundación de la Asociación Nipona Universitaria de La Plata (ANULP) en 1973. Muchos de los hijos de los primeros inmigrantes, con enorme esfuerzo, habían logrado cumplir con el mandato familiar de “mi hijo el doctor”. Sin embargo, en las historias de vida realizada a numerosos nisei, se pudo observar que el desarrollo de la vida profesional de esos pioneros, estaba ligado y a veces trabado por la sujeción a la pequeña empresa familiar. A partir de la década de los `70 y sobre todo a principios de los ´80 los cuestionamientos de los nikkei, sea cual fuere el grado de descendencia, comienza a hacerse sentir. Y la pregunta sobre la entidad de la nikkeitud se plantea una y otra vez. Son esos nikkei, fruto de una segunda o tercera generación, quienes surgen en ese momento como un grupo etario más homogéneo y con la consciencia de una pertenencia múltiple: a sus ancestros, a su país de nacimiento, a su propio proyecto de vida. Y realmente, el planteo se efectiviza en un tiempo sumamente difícil desde el punto de vista institucional del país. Algunos pagan la opción de su identidad argentina con la muerte y la desaparición, tal como los catorce casos registrados durante la dictadura militar. Otros sentirán el desgarro que significó la guerra de Malvinas. Muchos deberán asumir, por primera vez, y dentro de ese marco problemático, cargos de dirección al mando de instituciones hasta entonces en manos de los issei.

Según la aproximación actual que la sociología realiza con referencia al problema de la identidad, la identidad sería “un fenómeno que surge de la dialéctica entre la naturaleza del individuo y el mundo socialmente construido” (1). En este caso el nikkei se encuentra atrapado en un mundo doble y en un estado de construcción-deconstrucción permanente.

Como todo hijo de inmigrante, sufre la presencia fantasmal “del otro mundo”, el de sus ancestros, cuya realidad, debido a la distancia y al tiempo, es prácticamente virtual. Por otra parte recibe en forma permanente el juicio de sus mayores sobre su propio mundo, aquel en el que intenta edificar su presente. Entre el mundo ideal de sus padres y aquel en el que le toca vivir, la brecha es enorme. Para ilustrarlo nos remitiremos a las palabras y reproduciremos en su parte más significativa, el testimonio de un profesor issei:
“Para el concepto general del pueblo japonés la U.S.A es una nación totalmente digna y honrada. Ellos –los americanos- enfrentaron abiertamente a una nación, en el auge de su grandeza, la máxima potencia mundial de aquel entonces: Inglaterra. Estando solos, sin ayuda de nadie, en medio del escepticismo del mundo entero al respecto, impuso su independencia. Para el pueblo japonés del guerrero espiritual y violento su origen en absolutamente digno. … Los japoneses adoran a los estadounidenses, y los inmigrantes japoneses fácilmente se adaptaron a esa Nación… Por esa razón los japoneses que inmigraron a los Estados Unidos de antemano se encontraban en un estado psíquico de querer acostumbrarse activamente al nuevo país. … Ahora, respecto de América Latina, la historia es muy distinta. Influenciados por las ideas de la Revolución Francesa, alentados por la independencia de los Estados Unidos, pateándole a ese moribundo, a aquel gigante que yacía en su lecho de agonía, no sola sino con el apoyo explícito de Inglaterra, América Latina consiguió su independencia. Es obvio que para la mentalidad japonesa América Latina no es nada digna ni honrada. Entonces, ¿por qué vinieron aquí, por qué no fueron a los Estados Unidos? La respuesta porque vinieron aquí la gran mayoría: no vinieron para adaptarse a los países de la gente no digna, sino por la codicia pura de reunir rápidamente sus riquezas y regresar cuanto antes a su país natal y siendo sospechosamente ineficaz y deficiente la gente, la América Latina sería la región muy apropiada para tales
ambiciones. Tal era la mentalidad de los japoneses que optaron por inmigrar a esa parte del mundo, sin que fuera excepción la Argentina… En cuanto a los inmigrantes japoneses en la Argentina ellos son, en la mayoría de los casos, básicamente gente fracasada. Y, aún peor, son gente que interiormente no acepta, o no quiere aceptar su fracaso.” (2)
No tomamos este testimonio, plasmado en una entrevista realizada por el Dr. Fernando Pagés Larraya, como opinión unívoca convertida en la voz de los issei. Sin embargo, a lo largo de un cuarto de siglo de investigación, diferentes matices de este mismo discurso surgieron una y otra vez de los relatos de vida de los primeros inmigrantes. La sensación de no haber alcanzado las metas, de moverse en un medio incompetente y sin demasiado sentido, perfora alegatos envueltos en ropajes amables con los que se intenta conformar al investigador y suavizar el mensaje.

La percepción del nikkei se construye también con esa variable. Según Thomas Luckmann (ya citado), “desde el momento en que nace, el individuo se ve coaccionado por lo que lo rodea. El niño aprende a captarse desde afuera, es decir, desde los otros”. Por otra parte, Maurice Halbwachs asegura que el individuo aislado es una ficción y que, en materia de memoria y de representación conviene afirmar la prioridad de las comunidades afectivas intermedias (filiaciones políticas, religiosas, locales, etc.) entre el individuo y el gran grupo nacional, dado que estos subgrupos locales refieren directamente a lo vivido y a los canales concretos de sociabilidad básica” (3). Esa disyuntiva, entre la visión de sí desde el otro próximo (los padres) y la realidad en la que debe moverse socialmente, somete evidentemente a los nikkei a una tensión constante y dolorosa.

LAS OPCIONES QUE PROFUNDIZAN LA DUALIDAD

A mediados de la década de los ´80, la Argentina se aproximaba peligrosamente a una época de recesión e hiperinflación. El Japón, por el contrario, se encontraba en la denominada “burbuja de prosperidad económica” y necesitaba una masa de operarios adicionales para sus industrias. Es el momento en que surge la figura de los dekkasegui, o sea, la del trabajador temporario. Por múltiples motivos, -el principal de ellos siendo la resistencia de los japoneses a la presencia de los gaijin como habitantes permanentes o semi permanentes en su territorio,- comienza la captación, por parte de contratistas, de los nikkei sudamericanos.

En la Argentina, muchos miembros de la colectividad se encontraron de pronto entrampados por la súbita y terrible devaluación de la moneda y comprometidos en compromisos y préstamos pactados previamente en dólares o yenes. La opción dekkasegui fue para muchos la única decisión posible.

Entrevistas realizadas con jóvenes, especialmente con miembros de ANULP, y la correspondencia con un miembro del CENTRO NIKKEI, pusieron de manifiesto las dificultades vividas durante el período del contrato. Para muchos de los más jóvenes fue, de pronto, la percepción de la no pertenencia a un país, que por memoria afectiva y por herencia, consideraban, en cierta medida, como propio. Hermanos de un mismo padre, según el momento de su nacimiento en la Argentina y la inscripción o no, a través del Consulado, en el koseki familiar, vivían el problema de la nacionalidad desde dos ángulos opuestos. Jóvenes operarios dekasegui que dominaban el idioma japonés y que cursaban los primeros años de una carrera en una universidad argentina, se convertían en capataces de compañeros de estudios que en la Argentina ya eran profesionales, pero que no hablaban el japonés.

Para muchos fue la revelación de la cuasi imposibilidad del reconocimiento de su parte japonesa en Japón. Algunos pocos lograron sin embargo una residencia permanente. Sin embargo, la amplitud de criterios en cuanto a la nacionalidad que los descendientes de migrantes europeos conocen en la Argentina por parte de los países de sus ancestros (consideremos, por ejemplo, el caso de la colectividad italiana) es absolutamente impensable para los descendientes de japoneses. Ese no reconocimiento deja a muchos nikkei en una zona brumosa de indefinición en cuanto a la adscripción étnica .. Aquellos pocos que lograron una inserción definitiva actualizan y reavivan, con esa decisión, las fluctuaciones identitarias de la mayoría.

CONCLUSIONES CON FINAL ABIERTO.

Entre los años 1986-87 se realizó en la Argentina el Primer Censo de la Colectividad Japonesa, llevado a cabo por la Dirección Nacional de Migraciones con el financiamiento de la Agencia de Cooperación Internacional del Japón y la asistencia técnica del Centro Latinoamericano de Demografía.

En las conclusiones de este trabajo se destaca que en ese momento, la colectividad japonesa contaba con unos 50.000 miembros, de los cuales unos 10.000 eran de origen japonés y el resto descendientes, y que el nivel socioeconómico era bastante próspero, con fuerte incidencia de la empresa familiar en la estructura ocupacional. La cohesión del grupo se juzgaba muy elevado, con una endogamia casi total (sólo un 4 o/o de matrimonios con cónyuges ajenos a la colectividad­ entre los descendientes) y una fuerte vinculación con el país de origen y con las asociaciones de la colectividad.

En cuanto a la auto-percepción de los nikkei, el informe señalaba que existía “un cierto grado de ignorancia o confusión sobre las reglas precisas de asignación de status migratorio; un cierto porcentaje de los encuestados no supo a qué categoría asignarse, y algunos se ubicaron de maneras insólitas, por ejemplo, nacidos en la Argentina que se catalogan como issei o algunas personas se clasificaron como “nisei y medio”. Los hijos de una pareja formada por un cónyuge de origen japonés y otro de origen no-japonés (gaijin), a menudo se catalogaban como gaijin, pero esto no fue tampoco una regla absoluta.”

A estas confusiones de tinte cultural, tal como lo hemos venido relatando, se une el de la condición de únicos representantes (hasta la década de los 60) de origen oriental en la Argentina. Así como los hijos de inmigrantes occidentales se fundieron rápidamente en la masa poblacional, el nikkei llevó consigo las marcas visibles de la diferencia. Es más, a partir de la década del ´30, especialmente en Capital, la condición de japonés se fue mimetizando con la de tintorero. En el imaginario colectivo el “ponja tintorero” fue revistiéndose de cualidades a priori, tales como sentido del honor, del orden y de la laboriosidad, lo que finalmente pesó, sobre los hombros de los descendientes de esa colectividad, como una sobre-exigencia adicional.

A la par de la paulatina desaparición de las tintorerías artesanales y la inserción de los nikkei en distintas actividades laborales, se produjo el ingreso de otras colectividades de origen oriental, laosianos, coreanos y chinos. Las nuevas generaciones de argentinos, confrontados con esa inmigración, y sin el referente ocupacional de otrora de la colectividad japonesa, fue confundiendo al grupo nipón con los otros grupos asiáticos.

Así, en el momento de querer cerrar este trabajo, nos encontramos con una pequeña comunidad nikkei que es percibida desde el Japón como no totalmente ajena a la tierra de sus ancestros (por cuanto es solicitada, cuando ello se hace necesario, como mano de obra especialmente seleccionada) ni totalmente perteneciente a su tierra de nacimiento, por los diacríticos que marcan las diferencias de orden físico y que le son permanentemente recordados por sus connacionales argentinos.. Por otra parte, y desde la llegada de otras olas inmigratorias asiáticas, tampoco la colectividad es reconocida actualmente por su ascendencia nipona, convirtiéndose en parte de esa totalidad denominada de manera indiscriminada “los chinos” o “los coreanos”
En el transcurso de las dos últimas décadas la creación de nuevas asociaciones, tratando de cubrir necesidades especiales de los nikkei (AUN, CENTRO NIKKEI, y el mismo CeUAN), señalan formas actualizadas de encontrar un espacio en la comunidad.

En conclusión la problemática identitaria se revela como un entramado sumamente complejo, en el cual intervienen desde factores de orden biológico, presentes en los diacríticos raciales y que varían de acuerdo a los factores endogámicos o exogámicos de la historia familiar de cada individuo, el lugar de proveniencia de sus mayores (que marcará su inserción en un kenjin-kai específico el cual finalmente podrá influir en el otorgamiento de becas, por ejemplo), el dominio del idioma, -determinante en el momento de algún posible intento de estudios o trabajo en Japón,- y todo ello en el marco de macro variables tales como las instancias socio económicas que atraviesan el Japón o la Argentina y las políticas inmigratorias de ambos países Dentro de este panorama sumamente complejo se mueve la adscripción voluntaria al grupo étnico. Nikkei se nace, nikkei se hace y nikkei se construye a través de la vida.

Licenciada Isabel LAUMONIER
Antropóloga; Buenos Aires, 19 de mayo de 2007.

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